El claro apareció de súbito, detrás de una gran pared de
selva. Los zombis se oscilaron de forma tambaleante mientras avanzaban por el
terreno. Habían marchado durante días por la jungla más impenetrable y el
grueso del ejército aún permanecía intacto. El Señor de los Vampiros hacía
marchar por vanguardia una enorme turba de zombis por si encontraban enemigos.
Esto les hacía avanzar muy lentamente pero el Señor de los Vampiros no tenía
ninguna prisa.
Habían desembarcado en la costa oriental de Lustria y
durante las semanas en las que el ejército había vagado por la jungla, cientos
de ojos habían seguido su marcha a través de la selva. El Señor de los Vampiros
buscaba la legendaria ciudad de Xuchotl, pretendía saquear sus enormes tesoros
y riquezas gracias a un antiguo manuscrito que había encontrado en una las
profundas y oscuras cámaras de su castillo en Sylvania.
Los Chamanes eslizón habían augurado la incursión y mediante
comunicaciones telepáticas con otras ciudades, varios batallones de eslizones
se habían encargado de observar, acosar y hostigar a la masa de zombis en su
avance por la selva de Lustria.
Desafortunadamente, el Señor de los Vampiros era un
reanimador consumado por siglos de lucha y la selva de Lustria era un gran cementerio
debido a todas las incursiones a lo largo de los siglos y así el ejército de
zombis y esqueletos pudo continuar sin problemas.
El capitán Eslizón Itzuan observaba el claro en el que iban
a tender la emboscada. Había dispuesto sus tropas siguiendo el plan trazado con
su hermano de agua y uno de los chamanes del mismo rango que su hermano. El
ejército del Señor de los Vampiros debía atravesar un claro que disponía de una
ciénaga en el flanco derecho y de una pared rocosa en el izquierdo, además de un
promontorio de rocas inescalable que iba a obligar a su ejército a dividirse en
dos grupos.
Era el lugar perfecto para emboscarlos. El capitán Eslizón,
negro como el azabache se montó a su Terradón y dio las últimas órdenes a su
flanco mientras que su hermano de agua Zuanit guiaba a su grupo de hostigadores
hacia el otro flanco.
El plan de batalla era aprovechar que los zombis luchaban
con su ejército dividido mientras los acosaban por los flancos. Esta debía ser
la última de una larga serie de incursiones y de ataques relámpago que acabaría
con la ofensiva enemiga. Dos Bastiodones y un grupo de cazadores de razordones
apoyarían a las cuatro cohortes de hostigadores eslizón mientras atacaban por
el flanco.
El vampiro avanzaba con cautela junto a su manada de
necrófagos, por delante de ellos, la turba de tambaleantes zombis sufría una
lluvia de dardos envenenados que mermaba poco a poco sus filas. El Señor de los
Vampiros convocó a sus Nigromantes para que levantaran mas zombis y esqueletos
de la embarrada tierra de Lustria pero los vientos de la magia no los ayudaron.
Los Terradones lanzaron su cruel graznido y se aproximaron
al Sagrario Mortis que acompañaba a las tropas. Itzuan marchaba en esa
ofensiva, pues era joven, atrevido y temerario, además de un excelente jinete de
Terradón. Un fulgor extraño apareció en el cielo de súbito, un fulgor que el
Señor de los Vampiros reconoció al instante como problemas.
De entre el centro de las filas de eslizones se escuchó un
bramido aterrador, un bramido que pese a su furia, todos los guerreros
eslizones lo reconocían como aliado. Era un Estegadón. Itzuan no había sido
informado de que aliados debían esperar, pero el fulgor del cielo le dio ánimos
y fuerza, pues sabía quién iba a llegar y sabía no había sido derrotado nunca.
Itzuan se lanzó a la carga con sus Terradones pero no pudo
evitar que el fragmento de cometa los alcanzara. Con un estruendo que se alzó
por encima de los cánticos de dispersión de los Nigromantes, el fragmento de
cometa se estrelló contra el suelo. Casi la mitad de los no muertos reanimados
por la brujería del Señor de los Vampiros fueron literalmente destrozados por
el impacto y la bandada de Terradones de Itzuan fue arrojada contra los árboles de la jungla de forma
violenta.
Tetto’eko, el Astromante de las constelaciones, había irrumpido
en el claro con veinte de sus guerreros eslizón que formaban su cohorte de
honor y dos de sus Kroxigores sagrados, desovados para ser sus guardianes. Su
Estegadón sagrado lanzó varias andanadas de dardos gigantes a los zombis que
acabaron masacrados en el suelo con grandes espasmos y convulsiones en sus ya
podridos cuerpos.
Con un solo gesto de su antigua y poderosa mano, Tetto’eko
lanzó por los aires a una bandada de Varghulf que pretendían avanzar hasta las
filas de eslizones. Los razordones acabaron con la Várgola que los lideraba
atacándole con sus poderosas garras y colmillos.
El ejército de los condes vampiro estaba rodeado. El
Sagrario Mortis se había llevado la peor parte del impacto del cometa y se
mantenía en pie solo gracias a la voluntad del vampiro. Los zombis y esqueletos
habían cerrado filas y se habían atrincherado alrededor del promontorio de
rocas del centro. Desde el flanco derecho, dos cohortes de hostigadores eslizón
asediaban la unidad de esqueletos y la guardia de los túmulos apoyados por un
bastiodon que no cesaba de atraer serpientes venenosas del grosor de la pierna de un hombre
y un grupo de cazadores razordones, que estaban locos de furia después de
descuartizar a la última Várgola. Los terradones habían sobrevolado las filas y
lanzaban sus boleadoras contra el carro de cadáveres, intentando prenderle
fuego.
En el combate, Zuanit lanzó un bramido que crepitaba con la energía de los vientos de la magia, sus dientes crecieron, sus músculos se hincharon y sus ojos se tornaron rojos sedientos de sangre, destripó con sus garras la horda de zombis y a siete de sus guerreros con su violenta magia.
También los Nigromantes del Señor Vampiro tuvieron problema al manipular la
magia y a duras penas sobrevivieron a las dos explosiones de magia pura fruto
de los veleidosos vientos.
En el flanco izquierdo, por el contrario, Tetto’eko luchaba
cuerpo a cuerpo contra los zombis apoyado por su Estegadón sagrado. El Vampiro
contemplaba, impotente a sus filas menguar hasta un límite crítico. La batalla
acabó en pocos minutos. Con el ejército dividido, rodeado y acorralado, poco se
podía hacer. Los Eslizones acabaron con todo el ejército zombi sin piedad,
incluso los nigromantes fueron acribillados sin ningún destello de humanidad en
los ambarinos ojos de reptil de los Eslizones.
Pero el Señor de los Vampiros nunca fue encontrado ni vivo,
ni no-muerto.
Zuanit buscó entre los Terradones a su capitán y hermano de
la misma agua, el chamán albino, marcado como su hermano por la mano de los
Ancestrales lo encontró inconsciente pero vivo. Era el único de su cohorte de
Terradones que había sobrevivido al cometa de su Señor Tetto’eko y eso mostraba
que seguían bendecidos por los Dioses. Zuanit vertió un poco de un líquido
verde en la garganta del capitán y después de unos pocos estertores, Itzuan
abrió los ojos. Zuanit llamó a un grupo de eslizones que montaran una litera
con ramas y que lo llevaran a la ciudad templo.
Esa noche, en el ritual de
bienvenida, Itzuan entraría a la ciudad después de su Señor Tetto’eko. Aquello
era un gran honor, pues los dos hermanos tenían un lugar importante en una
tablilla sagrada oculta en la ciudad y ahora que el Señor Tetto’eko había
llegado, podrían interpretar correctamente el significado de la tablilla. Al
fin el Señor Tetto’eko, Astromante de las constelaciones, oráculo de las dos
lunas y señor de las profecías, había llegado a Xuchotl.